¿Por qué Amancio Williams imaginó solo una ciudad y una humanidad como respuesta a la crisis urbana? Este escrito enreda y desenreda esta pregunta a través de una re-lectura de cuatro textos que escribió Williams a lo largo de su carrera. Los cuatro textos tienen como temas centrales el surgimiento de una nueva época, una nueva ciudad y una nueva humanidad.
Las ciudades actuales, texto escrito por Amancio Williams, con el propósito de dar a conocer al público general el “arte y ciencia” del urbanismo y la arquitectura moderna, enfatiza el mal-funcionamiento de las ciudades desarrolladas durante el siglo XIX. Williams afirma que: “el mal está en las ciudades mismas” y su crisis puede ser resuelta por el urbanismo moderno: “primero: ordenando. Segundo: llevando las formas al espacio, dejando el suelo libre. Tercero: valiéndose de la arquitectura y técnicas modernas”. Las ciudades “actuales” podían entonces salir de sus crisis a partir de estos tres puntos y así resolver por un lado “el problema económico por la operación del mayor valor” y por el otro “lo necesario para que la vida en las ciudades sea posible con armonía y belleza”.
A través de su discurso La nueva época (1961), pronunciado al ingresar como miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes de Argentina, esgrime una serie de definiciones a los conceptos de ´nueva época´ y ´el hombre’, en relación a “la arquitectura, el urbanismo, el planeamiento y el diseño”. La nueva época para Williams fue la modernidad, una modernidad inacabada y definida por “el extraordinario caudal de los descubrimientos científicos cuya consecuencia es una progresión de inventos maravillosos que nos dejan perplejos y admirados día a día”. La nueva época trae a un nuevo ‘hombre’ y nuevos problemas, a condición de estos, “la primera tarea del hombre nuevo es diagnosticar el problema de su época, la segunda solucionarlo. El principal problema de la época es la desproporción, la desconexión y hasta la oposición entre la riqueza del conocimiento científico por una parte y la organización de la vida de los hombres por otra. Por lo tanto: La tarea primordial del hombre nuevo, para lograr el bien de la humanidad y hasta para su supervivencia en condiciones aceptables, es aplicar los conocimientos científicos a la vida”.
Un tiempo después, en el texto La Ciudad que necesita la humanidad (1978), Williams declara cómo deberían ser planeadas las ciudades a futuro, a través de los siguientes temas: planes y rutinas, el suelo libre, conocimiento humano, automóviles y coches, estudios previos, los pioneros, las nuevas ciudades, el desarrollo lineal, factores importantes y ahora el sur. Basando su crítica en “el agigantamiento” que había sufrido Buenos Aires en los últimos años, su propuesta argumenta que la forma “correcta” de urbanización es la ciudad lineal y la liberación del suelo, lo hace a través de un recuento de múltiples antecedentes y diseños de arquitectos modernos.
Con el texto Una arquitectura nueva (1986) introduce el surgimiento de la vida moderna, de la nueva ciudad y de un suscitado cambio histórico. De un pasado moldeado por el error, por el “hombre” que salió de la caverna, por el retraso a un futuro correcto de la mano del hombre moderno, de una nueva ciudad. Williams reconoce como la ciudad y nuestra cotidianidad están demarcadas por prácticas incorrectas, que niegan nuestra propia naturaleza. Surge la posibilidad de un cambio que se avecina, ese cambio plantea una nueva ciudad, una ciudad que se moviliza por los aires, “muy diferente de la actual que se desarrolla sobre la superficie del suelo aplastándolo y anulando la calidad de la naturaleza”[1]. Termina con una referencia a Santos Dumont, pionero de la aviación, para ejemplificar esa vida moderna que espera, en un verano en París con el embriagante sabor de una copa de champaña.
Situado en la punta sur de Latinoamérica, Williams imaginó a lo largo de su vida que la arquitectura y el urbanismo moderno eran la solución a las problemáticas de crecimiento desmedido de las ciudades. Williams presumía que el desarrollo lineal era el más “conveniente y natural”, ya que al separarse del suelo no destruía la naturaleza, al contrario, se liberaba el suelo “en forma de parque”. Con la organización lineal, Williams imaginaba que los edificios se conectarían a través de grandes andadores, en donde las personas caminarían sobre el suelo verde y los automóviles por calles elevadas. También, imaginaba que con la altura de los edificios, la densidad sería mayor, en un menor espacio. Así, las ciudades serían menos extensas y más concentradas, “a la medida humana”. Todas estas ideas son demostraciones claras de la colonialidad en la que Williams se reconoce desde la lejanía —la modernidad europea— . Sus ensayos intentan reproducir las propuestas eurocéntricas, afines a los lineamientos del CIAM[2], como soluciones uni-versales.
Williams tenía una posición crítica frente a la humanidad y a la forma de vida que esta había diseñado. Consideraba imperativo un cambio, hacia un nuevo ‘hombre,’ siempre usó ‘hombre’ en sus textos como esa denominación androcéntrica y arbitraria, y los demás cuerpxs detrás, a la espera de ser reconocidxs. Para el arquitecto argentino el problema de la humanidad era “la desproporción, la desconexión y hasta la oposición entre la riqueza del conocimiento científico por una parte y la organización de la vida de los hombres por otra”.[3] Unifica las problemáticas y soluciones de la humanidad, ¡bienvenida la uni-versalidad! Plantea una versión, o figuración como le llamaría Rosi Braidotti, desde la modernidad eurocéntrica, de ese ser uni-versal ilustrado, que va a permitir el surgimiento de la existencia ideal. ¿Y dónde queda esa realidad social precaria y violenta latinoamericana? ¿Sobre las espaldas de quienes iremos a construir ese futuro de humanxs volando por los aires de los cielos de las ciudades? La humanidad para Williams se enmarca dentro de lo binario, valido-invalido, capacitado-incapacitado, correcto-incorrecto.
En 1970 Henri Lefebvre en La Revolución Urbana afirmó que el urbanismo es una máscara y una herramienta. «Una máscara para el estado y la acción política, y una herramienta de intereses que se disimulan dentro de una estrategia y una sociología. El urbanismo no trata de modelar el espacio como una obra de arte, ni siquiera intenta hacerlo de acuerdo con sus imperativos tecnológicos. “El espacio que crea es político».[4] Según Williams, —contemporáneo de Lefebvre— el urbanismo moderno que alababa y practicaba tenía, “perfectamente resueltas ciudades nuevas. Ciudades donde el suelo queda libre, en forma de parque. Ciudades donde los edificios están separados unos de otros de 600 a 800 metros. Ciudades donde las circulaciones se hacen a distintos niveles: sobre el suelo verde caminan los hombres, más arriba los vehículos en calles elevadas. Ciudades donde la luz del sol llega a todas partes. Ciudades donde ¡Oh, milagro! Cabe más gente que en las ciudades actuales y en una superficie menor, reduciéndose notablemente las distancias”.[5]
¿Y la máscara del urbanismo hoy? El urbanismo es una máquina múltiple que lleva una máscara resiliente eco-sostenible, es una máquina de especulación financiera, una tecnología de aislamiento y exclusión, y lo más conveniente, es una máquina de conquista y de expansión planetaria.[6] Ross Exo-Adams construye la genealogía de la retórica de los últimos urban-ismos, los “últimos intentos discursivos de naturalizar la urbanización y revivir la naturaleza. Si el ascenso de todo el espectro verde, desde el urbanismo «sostenible» al urbanismo «ecológico» «aparece como un intento maníaco de derivar la naturaleza misma de la urbanización»,[7] el urbanismo resiliente es el último intento de proteger la urbanización de la naturaleza. Como escribe Dele Adeyemo, «en el momento en que la esperanza de una sociedad autorregulada estaba muriendo, el neoliberalismo regurgitó su facsímil —la noción de resiliencia urbana—»,[8] como la última máscara urbana, el urbanismo resiliente absorbe plenamente el potencial financiero del capitalismo de riesgo y crisis —pronto capitalismo pandémico— . El gobierno neoliberal —como la máscara de la libertad y la crisis— fusiona todo el espectro de oportunidades verdes, de remediación del cambio climático y de riesgo. De esta manera, el urbanismo resiliente empuja a las personas, las comunidades y los lugares a los terrenos inciertos de la especulación financiera e inmobiliaria, mientras se les exige que persistan y «absorban el cambio y la perturbación y sigan manteniendo las mismas relaciones».[9]
Los cuatro textos a los que nos referimos de manera breve, demuestran el vínculo del ser territorial[10] que es legitimado y normalizado mediante la colonialidad, y la experiencia del ser colonizado en el territorio. Las menciones a El hombre nuevo, La nueva época, La ciudad que necesita la humanidad, y Una arquitectura nueva, demuestran el lugar epistémico desde el que se sitúa Williams, una pseudo-modernidad homogeneizante. Un proyecto moderno que buscaba definir y por consiguiente limitar las subjetividades y las espacialidades que estas habitan. ¿Por qué Williams afirma que hay sólo un ‘nuevo’ ‘hombre’? ¿Por qué hay un solo modo de ser humanx y por qué este es, a partir del patrón positivista de la modernidad? ¿En la nueva arquitectura que plantea Williams, dónde y en qué condiciones vivirán lxs otrxs humanidades? ¿Será que Williams lxs consideraba? ¿Por qué Williams afirma que hay solo una nueva ciudad y una arquitectura? ¿Por qué Williams tiene una fé profunda y ciega en la técnica y la tecnología? ¿Los problemas que Williams menciona en sus textos, siempre han estado, aún siguen y seguirán presentes?
Todas estas preguntas se estructuran alrededor de una concepción limitada y limitante de las humanidades y las espacialidades, esto es lo que nos gustaría explorar en otro texto a manera de continuación.[11] Al igual que Williams, estamos comprometidxs con las transformaciones de las humanidades y las espacialidades, pero diferimos en plantear que existe “una solución clara y correcta”[12], las soluciones son y serán: múltiples, híbridas, bastardas, plurales, infinitas…
[1] Amancio Williams ¨Una arquitectura nueva¨ 1986
[2] Congreso Internacional de Arquitectura Moderna fundado en 1928 y disuelto en 1959
[3] Amancio Williams ¨La nueva época¨ 1961
[4] Henri Lefebvre, “From the City to Urban Society”, en Implosions/Explosions: Towards a Study of Planetary Urbanization, ed. Neil J. Brenner (Berlin: Jovis, 2014), 36–51.
[5] Amancio Williams, “Las ciudades actuales”, s/f.
[6] Ross Exo Adams, “Notes from the resilient city”, Log 32 (2014): 126–139.
[7] Ross Exo Adams, “Natura Urbans, Natura Urbanata: Ecological Urbanism, Circulation, and the Immunization of Nature”, Environment and Planning D: Society and Space 32, núm. 1 (febrero de 2014): 12–29. p 16
[8] Dele Adeyemo, “Resilience Strategy”, Real Review, núm. 5 (Autumn de 2017): 54.
[9] Crawford S. Holling, “Resilience and Stability of Ecological Systems”, Annual Review of Ecology and Systematics, 1973, 1-23, 14.
[10] A partir de la genealogía de pensadores anticoloniales y la consolidación del Grupo de Modernidad/colonialidad, se estructuró una triada en la cual se podría comprender e interpretar el mundo moderno basado en la desigualdad, racismo y dominación. De esta trialéctica surgieron las categorías de: colonialidad del poder, saber y ser. Las últimas tensiones académicas de estos discursos han permitido categorizar al territorio y el ambiente construido en el sistema mundo-colonial, Farres Delgado (2019) propone la colonialidad territorial como un conjunto de relaciones de poder que en la práctica territorial sirven para establecer hegemónicamente una concepción de territorio sobre otras que resultan inferiores y propone un sujeto que a partir de la experiencia de subjetividades que manifiesta el capitalismo contemporáneo tendrá aspiraciones a ese modelo de vida casi único que se dicta, un ser urbano que (re)produce unas estéticas y naturalezas homogéneas. Toda esta formación de pensamiento de este ser territorial es reforzado por unas epistemologías y disciplinas que han legitimado esos únicos modos de vivir como la arquitectura y el urbanismo.
[11] Ver: COOPIA, ¿Qué humanidades necesita el planeta?, 2020.
[12]Amancio Williams ¨Una arquitectura nueva¨ 1986.